El camino del arte

Grupo LabCA

Texto utilizado en las sesiones teóricas del encuentro LabCA 2017

El artista, cuando mira cara a cara su vocación, comienza su camino estético hacia una meta. Para ello adquiere y perfecciona su técnica, su destreza. No hay arte, sin el contante esfuerzo del que trabaja. El aprendizaje requiere paciencia con uno mismo. También exige sinceridad y humildad1 para saber reconocer que siempre queda mucho por mejorar, y tesón para seguir esforzándose. Solo así el artista no se detendrá en soluciones fáciles, por ya conseguidas.

Miró describe su trabajo en la serie Azul2 de 1961: 

Necesité un enorme esfuerzo, una gran tensión interior, para llegar a la desnudez deseada. La etapa preliminar era de orden intelectual… Fue algo así como la celebración de un rito religioso, sí, como entrar en religión. ¿Conoce la manera en que se preparan los arqueros japoneses para las competiciones? Comienzan por colocarse en cierto estado -espiración, aspiración, espiración- y eso es lo que yo hacía. Sabía que tenía todas las de perder. Una debilidad, un error y todo colapsaría.

Empezaba dibujando al carbón, con gran precisión. (Suelo ponerme a trabajar por la mañana muy temprano). A primeras horas de la tarde, me limitaba a mirar lo que había dibujado. Durante el resto del día me preparaba interiormente. Y, finalmente, me ponía a pintar: primero el fondo, completamente azul, pero no se trataba de poner la pintura simplemente, como un pintor de paredes: todos los movimientos del pincel, de la muñeca, la respiración de la mano, también intervenían. Dar la última mano al fondo me ponía en situación para continuar con el resto. Ha sido un combate agotador”3

Miró había incorporado a su pintura una preparación interior, realizaba un trabajo de concentración. Practicó la anulación de sí mismo para convertirse en canal por el que fluyera esa energía interior, ese mundo transcendente, energía alimentada al tiempo por la realidad exterior en la que el artista se encuentra inmerso.

Con su ejemplo Joan Miró o Eduardo Chillida, muchos de los grandes artistas, nos muestran un camino difícil, en el que uno no puede estancarse, montar su tenderete, su taller, y pensar ya está. Nos indican que se ha de renunciar a lo conseguido, a lo alcanzado, estando siempre dispuesto a volver a empezar. Haciendo así se produce una especie de decantación, de purificación de su obra, y por ende de uno mismo. No se puede materializar un cambio en la obra si antes no se ha producido en su interior. Tiene lugar entonces una regeneración en la expresión, permitiéndole comenzar de nuevo sin condicionamientos previos, y sobre una base más amplia. Se evita así el riesgo de que sus propias formas se transformen en complacencia o vana repetición, en puro narcisismo.

Es la lucha purificadora, la que le va a conducir siempre un paso más adelante. Este camino que el artista recorre no es sencillamente una línea recta, hay confusiones que le obligan a retroceder, y terreros difíciles o peligrosos que atravesar.

Tomando como ejemplos los casos de Miró, y de Matisse, vemos que cuando ya no eran capaces de trabajar grandes formatos, dibujaban, o recortaban para poder seguir creando, para poder seguir viviendo, para ser capaces de recorrer el final de su camino.

El arte es un sendero de perfección personal y artística, pues empuja al artista a vivir su propia anulación, a negar lo ya aprendido y recomenzar purificado de todo lo que entorpece el alma y el pincel, cuando por el deber ser del arte se es capaz de renunciar al camino fácil de un éxito seguro sobre lo ya alcanzado, cuando se es capaz de consumirse en el fuego interior para dar belleza, cuando la luz de un arte más potente brilla tras su noche oscura…, es que el arte es un CAMINO


  1. Von Balthasar acerca de la necesidad de una presencia de la humildad en lo hondo del corazón del artista; así, escribe: ”No sólo el poder magistral de plasmar lo contemplado en la forma sensible es elemento del arte; lo es también no obstaculizar la irradiación de la idea, su nacimiento y encarnación, por así decirlo, en el espíritu del artista. De cara al exterior, el artista puede aparentar soberbia, pero en su interior ha de ser seno que acoge humildemente la “concepción”. Sólo cuando aprenda el silencio, cantará su alma”, en BARRACA, Javier, Dios y lo bello. Estética y trascendencia, Madrid, San Pablo, 2018.
  2. DUPIN, Jacques, Miró, Barcelona, Polígrafa, 1993, fig. 336-341
  3.  Julio-Agosto de 1961 de L´Oeil, pp.258-59. Tomado de Joan Miró: Campo de Estrellas, 1993, p.37 y 39.