Grupo LabCA
Texto utilizado en las sesiones teóricas del encuentro LabCA 2017
Para que el arte pueda ejercer su función social debe ser plenamente vivido, y esto requiere un tiempo para familiarizarnos con la obra. Quien contempla debe mostrar un profundo respeto por lo contemplado, manifestando una actitud de adaptabilidad, de atención o cuidado, de deseo de profundización y de gratitud, en relación a la obra y a su autor. El espectador puede convertir la contemplación en parte de su experiencia vital. De la visión, va pasando lentamente a la acción y resulta movido por los valores captados, la autenticidad percibida, o por el dolor que la obra participa.
Por tanto, ¿cuáles son las condiciones de la comunión estética, sin la cual no es posible que el arte ejerza su función?
Debemos tener en cuenta que dicha comunión estética no es un acto autónomo por completo, va unido al resto de nuestra existencia y está sujeto a numerosas influencias: internas y externas, físicas y de ánimo.
Se requiere una pausa, adoptar una actitud interna de calma y silencio interior para poder entablar una relación, un diálogo con lo contemplado, para generar así una actitud que nos permita ver en profundidad1. Resulta indispensable para no frustrar la comunión desde dentro, no pretender ver sólo lo que se desea.
Tenemos que acoger la obra antes de descifrarla y re-codificarla en nuestro propio lenguaje personal.
Esta actitud genera una comunión estética capaz de construir la personalidad del contemplador y dilatar su sensibilidad.
Si bien esta comunión parte de lo sensible, de lo que el espectador participa está más allá de sus sentidos. Esto es posible gracias a los valores estéticos presentes en la obra. Valores que consiguen construir una belleza trascendente, que nos lleva más allá de lo representado.
Conseguimos la lucidez de quien contempla desde el núcleo del ser. Esta comunión es sin duda una asombrosa potencia de lo espiritual.
La estética bien integrada en nuestra vida resulta un camino hacia la plenitud, pues ayuda a llevarnos hacia el desarrollo integrador de lo bueno, lo justo, lo noble («kalós-agathón»). Nos planteamos entonces que esta comunión es sin duda una asombrosa potencia de lo espiritual.
- BARRACA, Javier, Dios y lo bello. Estética y trascendencia. Madrid, San Pablo, 2018.